miércoles, 22 de julio de 2015

La Conciencia Moral





El concepto de “Conciencia” como tal tiene varias definiciones;
  •  Acto psíquico mediante el cual una persona se percibe a sí misma en el mundo 
  • Es la propiedad del espíritu humano que permite reconocerse en los atributos esenciales.
  • Conocimiento reflexivo de las cosas y de la actividad mental que sólo es accesible para el propio sujeto
  •  La filosofía considera que la conciencia es la facultad humana para decidir acciones y hacerse responsable de las consecuencias de acuerdo a la concepción del bien y del mal.
  • Para la psicología, la conciencia es un estado cognitivo no-abstracto que permite que una persona interactúe e interprete con los estímulos externos que forman lo que conocemos como la realidad.

La psicología distingue 3 niveles de conciencia:
  • Consciente (establece las prioridades)
  • Preconsciente (depende del objetivo a cumplir)
  • inconsciente (no se racionaliza)
La estructura de la conciencia está dada por la relación que establecen estos tres niveles.
Si la conciencia de un individuo funciona del modo “adecuado”, las valoraciones que éste hará sobre su realidad serán claras y le permitirán llevar una vida estable; si por el contrario, dado que ha padecido determinadas situaciones traumáticas, puede que su manera de entender en entorno no sea lúcida y, por ende, tome decisiones que causarán desajustes en su entorno. En este punto puede decirse que lucidez y claridad son sinónimos son para la psiquiatría los aspectos que definen una conciencia sana.
La conciencia moral se puede definir de varias formas;
  • En lenguaje popular, es esa voz interior que nos obliga a actuar de una forma y también nos dice si son correctas o no nuestras acciones.
  • Es la capacidad de juzgar las acciones, no solo las nuestras sino también las de los demás, como buenas o malas; Es la que orienta nuestra conducta en la dirección que la persona considera correcta.

Los principios que son impuestos desde fuera:
  • Heteronomía
  •  De moral heterónoma o conciencia heterónoma
Los que son impuestos desde el ser:
  •  Autonomía
  •  De moral autónoma o conciencia autónoma.

La norma suprema de conducta es la ley divina. La conciencia solo descubre si sus acciones encajan con lo que Dios quiere. En consecuencia, la conciencia es norma próxima (subjetiva, personal, inmediata) de moralidad, pero la norma suprema (objetiva) es la ley de Dios.
En concordancia con la ley de Dios, la conciencia puede ser recta o verdadera y errónea, según si sus dictados se adecuan o no a esa ley. La errónea puede ser vencible (si no se ponen todos los medios para salir del error) e invencible (si puestos todos los medios no se puede salir del error). Se debe seguir la conciencia recta y verdadera y también la invenciblemente errónea.
Por razón del asentimiento que prestamos a lo que la conciencia nos dicta ésta se divide en:
  • Cierta: No es lo mismo estar seguro de algo que dar en el clavo. La primera es la conciencia cierta, la segunda es la conciencia verdadera. Una es la seguridad subjetiva y la otra la objetiva. Pues bien, no basta con «estar seguro» (conciencia cierta), además hay que actuar con la ley (conciencia verdadera)
  •  Probable: Por la limitación humana puede ocurrir que un hombre esté cierto de algo que no sea verdadero. Por eso mismo, no es el ideal tener meramente una conciencia moral cierta: hay que tender a tener, además, una conciencia recta o verdadera.
  •  Dudosa, según el grado de seguridad que se tenga: La conciencia, “para ser norma válida del actuar humano tiene que ser recta, es decir, verdadera y segura de sí misma, y no dudosa ni culpablemente errónea”. Una persona que actúe contra su conciencia, peca; pero también peca por no ajustar deliberadamente sus dictámenes a la ley de Dios que es la norma suprema de actuación.
Se debe seguir la conciencia cierta; en algunos casos la probable, pero nunca la dudosa; hay que salir antes de la duda.
El estudio de la religión se relaciona con la conciencia en el sentido que es necesaria para la formación de un hombre de fe que quiere conocer mejor a Dios, y se da cuenta de que “la religión es la mayor rebelión del hombre que no quiere vivir como una bestia, que no se conforma --que no se aquieta-- si no trata y conoce al Creador. El Catecismo recalca que “hay que formar la conciencia, y esclarecer el juicio moral. Una conciencia bien formada es recta y veraz. Formula sus juicios según la razón, conforme al bien verdadero querido por la sabiduría del Creador. La educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas”.
Se relacionan en el sentido que en cualquier materia intentamos alcanzar el mayor número de conocimientos para ser doctos en aquel saber. Y si no los alcanzamos, evitamos hablar del tema por indoctos. Pero, ¿sucede lo mismo con los temas relativos a la fe ya la moral? Muchas veces se pontifica sobre lo que se ignora. Por todo ello, “la conciencia tiene necesidad de formación. Una educación de la conciencia es necesaria, como es necesario para todo hombre ir creciendo interiormente, puesto que su vida se realiza en un marco exterior demasiado complejo y exigente”.
Lo que se pretende al formar la conciencia no es simplemente alcanzar una habilidad o desarrollar una facultad, sino conseguir el destino eterno. Esto lleva a ver unos cuantos presupuestos básicos de la formación de la conciencia.

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